8. Cal Nocaire
En 1685 el tendero y comerciante bañolino Llorenç Ferrer era propietario de un molino polvorero en este lugar. El negocio de la pólvora llegó a las actuales comarcas de Girona ya bien entrado el siglo XVII, aunque pocas décadas después, con los enfrentamientos bélicos con Francia, muchos de ellos fueron abandonados o destruidos.
A mediados del siglo XVIII el salto de agua proporcionaba fuerza a un molino trapero o “noch”. El noque, también llamado batán, era un mecanismo formado por dos mazas de madera que golpeaban los trapos para darles grosor y consistencia. Fue probablemente en este momento cuando se construyó la casa solariega de Cal Nocaire, cuyo nombre derivaba del oficio de su propietario. Con la decadencia del comercio de los trapos, el molino se convirtió en una almazara movida por una rueda de cajones. A finales del siglo XX el edificio estaba en un estado ruinoso y fue demolido; hoy las muelas de la almazara son el único testimonio de su antigua actividad.
Unos metros arriba subiendo por el Rec Major había dos molinos más: uno de papelero y otro de molienda de corteza.
El oficio de polvorero
Fabricar pólvora era una operación delicada y no exenta de riesgos. El proceso consistía en triturar por separado los ingredientes (azufre, salitre y carbón vegetal), que después se mezclaban de acuerdo con unas proporciones que podían variar según cada maestro polvorero. La mezcla resultante se humedecía para evitar explosiones y se le terminaba de dar densidad y consistencia. Finalmente la pólvora se secaba y se empaquetaba.
En tiempos de guerra los molinos harineros y traperos podían ser reconvertidos en molinos de pólvora.
¿Sabíais que...
en 1622 un barril de pólvora colocado bajo la cama del abad Antoni de Cartellà estalló mientras dormía y el abad quedó sepultado por los escombros?