5. El Molino de los Pelaires
Durante la Edad Media Banyoles era conocida por la calidad de sus trapos de lana, que se exportaban por todo el Mediterráneo. Uno de los principales pasos en la elaboración de los trapos era el batanado, que servía para desengrasar, regularizar y endurecer los tejidos. Este proceso se llevaba a cabo en los molinos traperos, donde la fuerza del agua hacía girar una rueda hidráulica que movía el batán, una máquina formada por dos grandes mazas de madera que golpeaban alternativamente los trapos.
El molino de los pelaires, con un salto de agua de 4 metros, aparece documentado por primera vez en el siglo XIV. En el año 1685 pertenecía a la Cofradía de los Pelaires, gremio dedicado a la industria lanera. La introducción a partir del siglo XVIII de nueva maquinaria y de nuevos materiales, como el algodón o la seda, provocó un progresivo declive de la demanda de trapos. Finalmente, a mediados del siglo XIX, la cofradía terminó disolviéndose. Desde entonces, y hasta su abandono, el salto de agua del molino fue aprovechado por diferentes negocios, desde un molino harinero hasta una fábrica de fideos.
El oficio de pelaire
Los pelaires eran los encargados de gestionar todo el proceso de elaboración de un tejido, desde la compra de la lana hasta la obtención del producto final. Se trataba de una cadena larga y compleja, que incluía varias tareas especializadas como el enfilado, el tejido y el teñido. A menudo los pelaires se agrupaban en gremios o cofradías que velaban por mantener el monopolio de la industria textil en su ciudad.
¿Sabíais que...
en Banyoles está la calle de la Paraireria (el gremio de los pelaires, en catalán)? Une la Plaça de la Font con la iglesia de Santa Maria dels Turers, y su existencia pone de manifiesto la importancia que tuvo este oficio en la población.