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Dicen algunos estudios que Banyoles es una de las ciudades con mayor calidad de vida de Cataluña, pero no necesitábamos ninguna encuesta para confirmar que nuestra ciudad es un buen lugar para vivir. De hecho, hace como mínimo 80.000 años que esto es así, tal y como demuestra el resto arqueológico más antiguo que se ha encontrado: la famosa mandíbula de Banyoles. Los siguientes que lo tuvieron claro fueron los agricultores y ganaderos que se asentaron en la Draga, a orillas del lago, hace unos siete mil años, durante el Neolítico. Allí nos dejaron numerosos vestigios que nos permiten viajar en el tiempo e imaginar cómo se vivía en aquel terreno pantanoso formado por el Estany de Banyoles y las lagunas que lo rodean.

Es poco probable que aquellos primeros habitantes fuesen conscientes de que residían en un lugar excepcional, y es que el singular orgullo de ser de Banyoles aún tardaría en surgir. Hasta el siglo IX no se construyeron los fundamentos de la Banyoles actual: el monasterio de Sant Esteve y las acequias, obra de una comunidad de monjes benedictinos que se establecieron atraídos por el lago. Aquellas acequias dieron lugar a la singularidad del entramado urbano de Banyoles y marcaron su carácter, con molinos, huertos e industrias que se beneficiaban de ellas. La ciudad fue creciendo alrededor del monasterio y dentro del recinto amurallado, finalizado en el siglo XV, del que hoy todavía podemos ver un tramo con reminiscencias góticas. Pla Major porticada y callejuelas formaron un núcleo compacto atravesado por acequias y ramales. 

Con un rasgo identitario natural tan potente como el Estany de Banyoles y un trazado urbano tan particular, ¿cuándo empezamos los bañolinos a ser conscientes de nuestra singularidad? Hoy en día Banyoles es una ciudad inquieta y activa donde se percibe claramente un orgullo de ciudad altamente inusual, el orgullo de ser de Banyoles. Como dice Jaume Farriol en Banyoles vora el llac, "Todo el mundo cree que su pueblo es el mejor pueblo del mundo. La gente de Banyoles también lo pensamos, naturalmente. Pero en este caso hay una diferencia muy remarcable: Banyoles es el mejor pueblo del mundo". 

Banyoles no es costa ni montaña; no quiere ser como Girona, la capital; no envidia los atractivos de las comarcas vecinas. En Banyoles sabemos que tenemos la joya de la corona, el Estany de Banyoles, pero también sabemos que nuestros encantos van mucho más allá de este polo de atracción que se llena de deportistas, paseantes, turistas y familias que reman, caminan, corren y nadan. Lo corrobora la larga lista de profesionales del deporte que eligen la ciudad para vivir, así como los que la visitan para participar en las numerosas pruebas deportivas que se celebran a lo largo del año. 

Nuestra singularidad radica en la combinación de un espacio natural único y un núcleo urbano vibrante de cultura y sin coches, repleto de comercios emblemáticos, edificios históricos, huertos, acequias y lavaderos. Nuestra singularidad, en definitiva, consiste en una combinación de palabras particular: de Banyoles, que no solamente se aplica a todos estos aspectos tangibles –las pesqueras de Banyoles, las regatas de Banyoles, el mercado de Banyoles, la Plaça Major de Banyoles, el “xuixo” de Banyoles, las tiendas de Banyoles, las bicicletas de Banyoles–, sino también a los intangibles –el monstruo de Banyoles, la niebla de Banyoles, las tradiciones de Banyoles o el habla de Banyoles, entre otros.

Y de todos los intangibles de Banyoles, hay uno subyacente que supera a todos los demás. Sí, como dice el tópico, en Banyoles se respira deporte, salud, tranquilidad e historia, pero sobre todo se respira un talento particular, que a veces roza la excentricidad. Talento profesional, artístico, artesanal y personal que ha dado lugar a una lista de personalidades en la cual destacan nombres conocidos, pero también personas anónimas que contribuyen a dotar a Banyoles de este carácter singular: el carácter De Banyoles.

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